Todo nace en los salones del colegio, cuando un grupo de amigos con gustos musicales afines, deciden montar una banda de Rock; un sueño sin nombre que se convertiría en una pasión de por vida.
Aunque fueron sacudidos fuertemente por los sonidos del Rock Latinoaméricano, también tuvieron gran interés por las melodías del Heavy Metal y la estridencia del Grunge.
De a poco, hicieron espacio en sus oídos para el Rock n’ Roll y la Psicodelia de los 60´s y en el momento oportuno, llegó el Reggae y el Bossa Nova a completar la receta; la colada de influencias que alimentó su sonido.
Escribir y tocar sus propias canciones siempre fue la premisa. Contaron, tocaron y cantaron sus historias, su vida.
Hicieron amigos, también algunas conquistas y por poco más de 15 minutos, alcanzaron la fama. Una fama del tamaño de su grupo de amigos y sus contadxs fans, pero suficiente para hacerlos sentir como unos verdaderos Rock Stars. Nada mal para sus cortos 15 años.
El tiempo pasó y los intereses mutaron, ya no eran más una banda Rock de adolescentes persiguiendo la gloria. La vida les mostraba otros caminos, nuevos retos y nuevos sueños.
Sin embargo, cada camino recorrido iba bien acompañado por la música y uno o 2 instrumentos que encontraban espacio para sonar y volver a soñar.
Las distancias se achicaron, sus destinos se acercaron de nuevo y en el reencuentro, saturado de canciones, entendieron que nunca habían dejado de ser, que era el momento de volver a empezar, que tenían todo para dar y que esta vez no se les iba a escapar.
A ese reencuentro musical lo llamaron Lojostiles, pero esa es otra historia.